Los peces de colores juegan donde cantaba Jenny Lind. Jenny era casi una niña por 1840, pero tenía un glu-glu de agua embelesada en la piscina etérea de su canto.
New York era pequeño entonces.
Las casitas de cuatro pisos debían de secar la ropa recién lavada sobre los tendederos azules de la madrugada.
Iremos a Battery Place -aquí, tan cerca- a recibir saludos de pañuelo que nos dirigen los barcos de vela.
Y las sonrisas luminosas de las cinco de la tarde, oh, si darían un brillo de luciérnaga a las calles.
Luego, cuando el iris del faro ponga a tiro de piedra el horizonte, tendremos pesca de luces blancas, amarillas, rojas, para olvidarnos de Broadway.
Porque Jenny Lind era como el agua reída de burbujas donde los peces de colores juegan.