Por el amplio silencio del instante pasa un vago temor.
Tal vez gira la puerta sin motivo y se recoge una visión distante, como si el alma fuese un mirador.
Afuera canta un pájaro cautivo y con gota fugaz el surtidor.
Tal vez fingen las cortinas altas plegarse al toque de una mano intrusa, y el incierto rumor a las pupilas del enfermo acusa un camino de llanto en derredor.
En sus ojos opacos, mortecinos, se reflejan las cosas con candor, mientras la queja fluye a los labios exangües de dolor.
Cuenta la Hermana cuentas de rosario y piensa en el Calvario del Señor.
Pero invade la sombra vespertina un extraño temor, y en el péndulo inmóvil se adivina la séptima caída del amor.
Tal vez gira la puerta sin motivo. Afuera canta un pájaro cautivo, y con gota fugaz el surtidor.