Apretó las esquirlas de sol entre los dedos como si modelase la mañana con ellos. En el puente de Brooklyn.
La luz quita a las cosas su densidad, su peso. Alas les da: que sean criaturas del viento. Luces les da: que moje sus frentes el misterio. En el puente de Brooklyn.
Una mujer le entrega un periódico: «Léalo, es importante. Mire las aguas: llevan muertos». ¿Muertos? Mira las aguas. Son sólo un curso *****. En el puente de Brooklyn.
Un curso ***** y frío y silencioso, pero bajo la superficie laten playas y cielos, laderas con encinas, cales y cementerios. «Mire las aguas: llevan muertos». (Pero otros muertos). En el puente de Brooklyn.
Se entreabre el río. Muestra las entrañas del tiempo. Revive lo vivido, rescata lo pretérito. «Mire los muertos. Lea lo que dice...» (Sus muertos..., su corazón, debajo del agua, en el silencio...) No ve: recuerda sólo. Se ve a sí mismo muerto. ¿Cómo decir que ha sido quien dio figura al fuego, quien lloró por Aquiles, el de los pies ligeros; quien besara en la boca a Julieta Capuleto? En el puente de Brooklyn.
¿Mendigo de qué mundo? ¿Errante por qué tiempo marchito? La mujer se va desvaneciendo. En el puente de Brooklyn.