Quise tocar el gozo primitivo, batir mis alas, trasponer la linde y volver, al origen, desde el fin de mi juventud, para sentirme vivo.
Quise reverdecer el viejo olivo de la paz, pero el alma se me rinde. ¿Quién es sin su dolor? ¿Quién que no brinde, sin pena, su ayer libre a su hoy cautivo?
Y ¿quién se adueñará de la armonía universal, si rompe, nota a nota, grano a grano, el racimo, los acordes?
¿Quién se olvida que es cuna y tumba, día y noche, honda raíz y flor que brota, luz, sombra, vida y muerte hasta los bordes?