Ojos y manos de brasa, y con manos de brasa pude alcanzar la mañana que huía. Ojos y manos de brasa, olvidándolo todo, con manos de brasa glorifiqué la mañana encendiendo sus cimas. Con manos de brasa toqué, desgajé. Por mis manos de brasa el álamo ardía. Y las aguas y el cielo, con sólo mis manos, dejaban abrirse la flor de su llama cumplida.
Ojos y manos de brasa. Mis ojos de brasa tocaban de lumbre la gran lejanía. ¡Qué perfecto era todo! Con manos de brasa volví a modelar cada forma, le dí a cada forma su forma precisa.
Con ojos y manos de brasa, con todas mis fuerzas, con el estéril cansancio feliz de crear pasajera alegría.