Yo sé bien que te acercas. (He oído a mi espalda rozar sordamente la hierba. Parece que rompes la luz a tu paso). Yo sé bien que te acercas. Yo sé bien que tú solo entre todos podrías así demostrarnos que has vuelto.
Aunque te estés preguntando por qué no te miro a los ojos. Acaso te creas que he muerto una noche en que tú todavía no habías dejado tu reino. Yo sé bien que te acercas. Debía salirte al encuentro, preguntarte si vienes cansado del largo camino...
Pero yo estoy mirando en las aguas el cielo, ya roto, mi imagen, ya rota, y temo que tú, así, comprendas que es rotos como hay que mirarnos, huyendo en el tiempo, cayendo a otras manos que no son las nuestras, para ver la alegría madura y saber que el destino se cumple.
Yo sé bien que te acercas. A mi espalda te siento y no quiero mirarte. Yo no quiero que puedas saber por mis ojos el hondo secreto. yo no quiero que pierdas la mágica luz que has traído a la tierra, aquel grave ademán que tenías allí (¡cuando yo estaba allí!), aquel sueño constante que daba misterio a tu gesto y que hoy mismo te envuelve y anuncia aunque estés muy distante.
Yo sé bien que te acercas y no quiero mirarte. Porque temo que tú no comprendas y me llames igual que lo hacías apagando la brisa y el mar en tu reino lejano.