¿Ese gesto de muerte tendrás siempre, alegría? ¡Ay, si los tallos dóciles al peso de la brisa, si las flores moradas, si las aguas dormidas, si tantas hermosuras que en ti, sin ti, suspiran, por tu flecha de fuego se sintiesen heridas!
Te lleva el que te ignora. Te pierde el que te mira.
Fueras siempre en nosotros caudal de maravilla, luna que nos traspasa con su luz, si nos mira, materia que se esconde en nuestra carne viva.
Y no país lejano que niega a nuestra noche su eterno mediodía.