Este llano de muerte, esta tierra maldita, Este otero desnudo de costados resecos, Este páramo triste, donde el hombre que grita No encuentra un solo monte que devuelva sus ecos,
Este desierto mudo, esta monotonía, Esta soledad ocre como una calavera, No nos deseperanza: sabemos todavía Que, después del estío, otoño nos espera.
(¡Tener alas de pájaro. Dios mío, tener alas De pájaro!... ¡Volar hasta la mansedumbre Del mar!...¡Llegar a Ti por sus blancas escalas A quemarnos los ojos con tu divina lumbre!)
Sabemos que defiendes con tu dorado escudo los trópicos dorados, los solitarios polos. Míranos, desterrados, sobre el suelo desnudo. ¡Señor, Señor, por qué nos has dejado solos!