Si yo supiera de fijo que ya se habían borrado para siempre de la tierra, que ya estaban enterrados; si tuviera la certeza de que pasaron, ¡qué hermosa mi marcha entonces por la noche de los campos, sin oírlos, a mi espalda, paso a paso, jadear en el silencio con el pecho ensangrentado!
Semimuertos, semivivos, semiolvidados. A la roca de mis sueños encadenados, sin poder matar al águila que los viene atormentando.