¡Cuántas, cuántas tiene el mar,
cuántas alegrías!
Seres de luz, sobre el agua,
bailan, en puntillas.
¡Qué bien acaban las ondas:
mueren bailarinas!
En las azules tramoyas
fiestas se perfilan.
Ni olas, ni reflejos son
todo lo que brilla.
Ni espumas son las que juegan,
ya desvanecidas.
Es la comedia que el gozo
monta cada día.
La constancia en lo feliz.
Sí, las que se obstinan
felicidades, en ser.
¡Tesón, en la dicha!
Las alegrías, al mar,
nunca se le quitan.
Entonces, ¿por qué estoy yo
con mano en mejilla?
¿Suyas, mías, qué más da,
si están a la vista,
al aire, al sol, refulgiendo
sus cuerpos de ondina?
¿Si todos los gozos suyos,
todos, me los brinda,
como la vida, a diario,
me ofrece mi vida,
con sólo aceptar la luz
que otra aurora envía?
Alegrías que me falten,
él me las fabrica.
Desde sus lejos profundos
a mí se encaminan.
Y aquí en los ojos, las suyas
se vuelven las mías.