Cigarra que estás cantando en un rincón ignorado del árbol que me da sombra, no tengo ningún deseo de saber cuál es la rama, de tantas que me cobijan, en que apoyas tu cantar. Y no me importa si existes, y no me importa si existe algo más que ese vaivén de tu lanzadera, esos hilillos áureos y tensos con que tejes el cordaje de ese barco mañanero de la mañana de agosto, barco de los rumbos dulces que no lleva a ningún puerto.