¡Cuando te marchas, qué inútil buscar por dónde anduviste, seguirte! Si has pisado por la nieve sería como las nubes -su sombra-, sin pies, sin peso que te marcara. Cuando andas no te diriges a nada ni hay senda que luego diga: «Pasó por aquí.» Tú no sales del exacto centro puro de ti misma: son los rumbos confundidos los que te van al encuentro. Con la risa o con las voces tan blandamente descabalas el silencio que no le duele, que no te siente: se cree que sigue entero. Si por los días te busco o por los años no salgo de un tiempo virgen: fue ese año, fue tal día, pero no hay señal: no dejas huella detrás. Y podrás negarme todo, negarte a todo podrás, porque te cortas los rastros y los ecos y las sombras. Tan pura ya, tan sin pruebas que cuando no vivas más yo no sé en qué voy a ver que vivías, con todo ese blanco inmenso alrededor, que creaste.