No se le ve, pero está detrás, seguro, imperial rostro insufrible, dueño de lo último. Aunque me deje ganar fingidamente un instante ¡qué falsa siento mi fuerza, que él me presta contra él! Yo lo sé: lo mío no es mío, es suyo. Lo eterno, suyo. Vendrá, -¡qué bien le siento!- por ello. Voy a verle cara a cara: porque ya se está quitando, porque está tirando ya, los cielos, las alegrías, los disimulos, los tiempos, las palabras, antifaces leves que yo le ponía contra -¡irresistible luz!- su rostro de sin remedio eternidad, él, silencio.