Gaspar, si enfermo está mi bien, decidle que yo tengo de amor el alma enferma, y en esta soledad desierta y yerma, lo que sabéis que paso persuadilde.
Y para que el rigor temple, advertilde que el médico también tal vez enferma, y que segura de mi ausencia duerma, que soy leal cuanto presente humilde.
Y advertilde también, si el mal porfía, que trueque mi salud y su accidente, que la tengo el alma se la envía.
Decilde que del trueco se contente, mas ¿para qué le ofrezco salud mía? Que no tiene salud quien está ausente.