Dormido Manzanares discurría en blanda cama de menuda arena, coronado de juncia y de verbena, que entre las verdes alamedas cría; cuando la bella pastorcilla mía, tan sirena de Amor como serena, sentada y sola en la ribera amena, tanto cuanto lavaba nieve hacía. Pedíle yo que el cuello me lavase, y ella sacando el rostro del cabello, me dijo que uno de otro me quitase; pero turbado de su rostro bello, al pedirme que el cuello le arrojase, así del alma, por asir del cuello.