Si entré, si vi, si hablé, señora mía, ni tuve pensamiento de mudarme, máteme un necio a puro visitarme, y escuche malos versos todo un día. Cuando de hacerlos tenga fantasía, dispuesto el genio, para no faltarme cerca de donde suelo retirarme, un menestril se enseñe a chirimía. Cerquen los ojos que os están mirando, legiones de poéticos mochuelos, de aquellos que murmuran imitando. ¡Oh si os mudasen de rigor los cielos! Porque no puede ser (o fue burlando) que quien no tiene amor pidiese celos.