Ya se dijeron las cosas más oscuras. También las más brillantes. Ya se enlazaron las palabras como cabellos, seda y oro en una misma trenza -adorno de tu espalda transparente-. Ahora, tan bella como estás, recién peinada, quiero tomar de ti lo que más amo. Quiero tomarte -aunque soy viejo y pobre- no el oro ni la seda: tan sólo el simple, el fresco, el puro (apasionadamente), el perfumado, el leve (airadamente), el suave pelo. Y sacarte a las calles, despeinada, ondulando en el viento -libre, suelto, a su aire- tu cabello sombrío como una larga y negra carcajada.