Aquello. No eso. Ni -mucho menos- esto. Aquello. Lo que está en el umbral de mi fortuna. Nunca llamado, nunca esperado siquiera; sólo presencia que no ocupa espacio, sombra o luz fiel al borde de mí mismo que ni el viento arrebata, ni la lluvia disuelve, ni el sol marchita, ni la noche apaga. Tenue cabo de brisa que me ataba a la vida dulcemente. Aquello que quizá hubiese sido posible, que sería posible todavía hoy o mañana si no fuese un sueño.