Como la mano pura que graba en las paredes mensajes obsesivos de amor, sueños cifrados, así la trayectoria cruel de este cuchillo me está marcando el alma.
Mas su caligrafía no es oscura ni inocente: bien claro deletrea la obscenidad del tiempo, sus siniestros designios. ¡Qué desgracia! Ahora, cuando salga a la calle, cualquiera podrá ver en mi rostro -lo mismo que en las piedras profanadas de un viejo templo en ruinas- los nombres, los deseos, las fechas que componen -abandonado todo a la intemperie- el confuso perfil de un sueño roto, el símbolo roído de una yerta esperanza.