Sí: la realidad propone siempre sueños, mas sólo uno entre muchos elige la mirada. De quien madruga a verla, y no del sol, procede -aunque él no se lo crea- la luz que ordena y fija el mundo en sus formas más bellas: Damas altas, calandrias... Vistas así las cosas, iluminadas por amor tan claro ¿cómo van a negarse? Dóciles, entregadas a su más alto vuelo, se demoran, esperan, se eternizan.Cazadoras al filo de la aurora. Cobrar la plenitud, guardar el canto como trofeo y ¡a volar las alas! Contra un mundo fugaz, esquivo y raudo, que salta a su «seré» de el «ya he sido», pupilas aún más rápidas lanzan dardos certeros. Difícil blanco ofrece hoy la mañana: escorzo de cristal que pasa huyendo de no sé qué jaurías invisibles. ¿Un instante del iris? Rasga el silencio y... ¡Luz ilesa! He ahí la eternidad, en dos palabras.