No; la lluvia no te moja: te resbala. Tienes la piel de aceite, amada mía. Ungida con aceite, perfumada.
Todo lo ha traspasado de ternura la lengua transparente de las aguas. Un vapor dulce, como el aliento de un buey, cálidamente exhalan los árboles. Gotas largas, romo alfileres líquidos, brillan al primer sol de la mañana.
La lluvia que ha mojado tus cabellos no ha mojado tu cuerpo ni tu cara.