Mucho les importa la poesía. Hablan constantemente de la poesía, y se prueban metáforas como putas sostenes ante el oval espejo de las oes pulidas que la admiración abre en las bocas afines.
Aman la intimidad, sus interioridades les producen orgasmos repentinos: entreabren las sedas de su escote, desatan cintas, desanudan lazos, y misteriosamente, con señas enigmáticas que el azar mitifica, llaman a sus adeptos: -Mira, mira…
Detrás de las cortinas, en el lujo en penumbra de los viejos salones que los brocados doran con resplandor oscuro, sus adiposidades brillan pálidamente un instante glorioso. Eso les basta.
Otras tardes de otoño reconstruyen el esplendor de un tiempo desahuciado por deudas impagables, perdido en la ruleta de un lejano Casino junto a un lago por el que se deslizan cisnes, cisnes cuyo perfil -anotan sonrientes- susurra, intermitente, eses silentes: aliterada letra herida, casi exhalada -puesto que surgida de la aterida pulcritud del ala- en un S. O. S. que resbala y que un peligro inadvertido evoca. ¡Y el cisne-cero-cisne que equivoca al agua antes tranquila y ya alarmada, era tan sólo nada-cisne-nada!