Perros contra la luna, lejanísimos, llevan hasta los ámbitos más próximos la inquietud de la noche rumorosa. Claros sonidos, antes inaudibles, se perciben ahora. Ecos vagos, jirones de palabras, goznes agrios, desasosiegan el recinto en sombra.
Apenas sin espacio, el silencio, el inasible silencio, cercado por los ruidos, se aprieta en torno de tus piernas y tus brazos, asciende levemente a tu cabeza, y cae por tus cabellos destrenzados.
Es la noche y el sueño: no te inquietes. El silencio ha crecido como un árbol.