¡Qué fragor el del sol contra los árboles! Se agita todo el monte en verde espuma. El aire es una llama transparente que enciende y no consume lo que sus lenguas lúcidas abrazan. Por la profundidad turbia del cielo, ánades cruzan en bandadas, hondos: pétalos de la Rosa de los Vientos que -¿hacia dónde, hacia dónde?- los vientos caprichosos arrebatan. Desde las zarzas crepitantes de luz y mariposas, la voz de un dios me exige que sacrifique aquello que más amo. Pero tú nada temas: pese a tanta belleza, el deseo de hallar la paz en el olvido no prevalecerá contra tu imagen.