Por diez centavos lo compré en la esquina y vendiómelo un ángel desgarbado; cuando a sacarle ***** lo ponía lo vi como un cañón pequeño y fuerte. Saltó la mina que estallaba ideas y otra vez despuntólo el ángel triste. Salí con él y un rostro de alto bronce lo arrió de mi memoria. Distraída lo eché en el bolso entre pañuelos, cartas, resecas flores, tubos colorantes, billetes, papeletas y turrones. Iba hacia no sé dónde y con violencia me alzó cualquier vehículo, y golpeando iba mi bolso con su bomba adentro.