¡Rey don Sancho, rey don Sancho, ya que te apuntan las barbas, quien te las vido nacer no te las verá logradas!
Don Fernando apenas muerto, Sancho a Zamora cercaba, de un cabo la cerca el rey, del otro el Cid la apremiaba. Del cabo que el rey la cerca Zamora no se da nada; del cabo que el Cid la aqueja Zamora ya se tomaba; corren las aguas del Duero tintas en sangre cristiana. Habló el viejo Arias Gonzalo, el ayo de doña Urraca: -Vámonos, hija, a los moros dejad a Zamora salva, pues vuestro hermano y el Cid tan mal os desheredaban.
Doña Urraca en tanta cuita se asomaba a la muralla, y desde una torre mocha el campo del Cid miraba.