A un cruzado caballero, garrido y noble garzón, en el palenque guerrero le clavaron un acero tan cerca del corazón, que el físico al contemplarle, tras verle y examinarle, dijo: «Quedará sin vida si se pretende sacarle el venablo de la herida». Por el dolor congojado, triste, débil, desangrado, después que tanto sufrió, con el acero clavado el caballero murió. Pues el físico decía que, en dicho caso, quien una herida tal tenía, con el venablo moría, sin el venablo también. ¿No comprendes, Asunción, la historia que te he contado, la del garrido garzón con el acero clavado muy cerca del corazón? Pues el caso es verdadero; yo soy el herido, ingrata, y tu amor es el acero: ¡si me lo quitas, me muero; si me lo dejas, me mata!