Amo los pálidos rostros y las brunas cabelleras, los ojos lánguidos y húmedos propicios a la tristeza, y las espaldas de nieve, en donde, oscuras y gruesas, caen, sedosas, las gordas trenzas, y donde el amor platónico huye, baja la cabeza, mientras, temblando, se mira la carne rosada y fresca.