En la cálida tarde se hundía, el sol en su ocaso, con la faz rubicunda en un nimbo de polvo dorado. En las aguas del mar, una barca, bogando, bogando, al país de los sueños volaban amada y amado. A la luz del poniente, en las olas, quebrada en mil rayos, parecían de oro bruñido los remos mojados. Y en la barca graciosa y ligera, bogando, bogando, al país de los sueños volaban amada y amado. ¿Qué fue de ellos? No sé. Yo recuerdo que después del crepúsculo pálido, aquel cielo se puso sombrío y el mar agitado.