En su país de hierro vive el gran viejo, bello como un patriarca, sereno y santo. Tiene en la arruga olímpica de su entrecejo algo que impera y vence con noble encanto.Su alma del infinito parece espejo; son sus cansados hombros dignos del manto; y con arpa labrada de un roble añejo como un profeta nuevo canta su canto.Sacerdote, que alienta soplo divino, anuncia en el futuro, tiempo mejor. Dice el águila: «¡Vuela!», «¡Boga!», al marino,y «¡Trabaja!», al robusto trabajador. ¡Así va ese poeta por su camino con su soberbio rostro de emperador!