Hay un verde laurel. En sus ramas un enjambre de pájaros duerme en mudo reposo, sin que el beso del sol los despierte. Hay un verde laurel. En sus ramas que el terral melancólico mueve, se advierte una lira, sin que nadie esa lira descuelgue. ¡Quién pudiera, al influjo sagrado de un soplo celeste, despertar en el árbol florido las rimas que duermen! ¡Y flotando en la luz el espíritu, mientras arde en la sangre la fiebre, como «un himno gigante y extraño» arrancar a la lira de Bécquer!