Huye el año a su término como arroyo que pasa, llevando del Poniente luz fugitiva y pálida. Y así como el del pájaro que triste tiende el ala, el vuelo del recuerdo que al espacio se lanza languidece en lo inmenso del azul por do vaga. Huye el año a su término como arroyo que pasa.
Un algo de alma aún yerra por lo cálices muertos de las tardas volúbiles y los rosales trémulos. Y de luces lejanas al hondo firmamento, en las alas del perfume aun se remonta un sueño. Un algo de alma aún yerra por los cálices muertos.
Canción de despedida fingen las fuentes turbias. Si te place, amor mío, volvamos a la ruta que allá en la primavera ambos, las manos juntas, seguimos; embriagados de amor y de ternura, por los gratos senderos de sus ramas columpian olientes avenidas que las flores perfuman. Canción de despedida fingen las fuentes turbias.
Un cántico de amores brota mi pecho ardiente que eterno abril fecundo de juventud florece. ¡Que mueran, en buen hora los bellos días! Llegue otra vez el invierno; renazca áspero y fuerte. Del viento entre el quejido cual mágico himno alegre un cántico de amores brota mi pecho ardiente.
Un cántico de amores a tu sacra beldad, ¡mujer, eterno estío, primavera inmortal! Hermana del ígneo astro que por la inmensidad en toda estación vierte fecundo sin cesar, de su luz esplendente el dorado raudal. Un cántico de amores a tu sacra beldad, ¡mujer, eterno estío!, primavera inmortal!