Joven, acérquese acá, ¿Estima usted su pellejo? Pues escúcheme un consejo, que me lo agradecerá: Arroje esa timidez al cajón de ropa sucia, y por un poco de argucia dé usted toda su honradez. Salude a cualquier pelmazo de vales, y al saludar, acostúmbrese a doblar con frecuencia el espinazo. Diga usted sin ton ni son, y mil veces si es preciso, al feo, que es un Narciso, y al zopenco, un Salomón; que el que tenga el juicio leso o sea mal encarado, téngalo usted de contado que no se enoja por eso. Al torpe déjele hablar, sus torpezas disimule, y adule, adule y adule sin cansarse de adular. Como algo no le acomode, chitón y a tragar saliva, y en el pantano en que viva arrástrese, aunque se enlode. Y con que befe al que baje, y con que al que suba inciense, el día en que menos piense será usted un personaje.