Miré al sentarme a la mesa, bañado en la luz del día el retrato de María, la cubana japonesa.El aire acaricia y besa, como un amante lo haría, la orgullosa bizarría de la cabellera espesa.Diera un tesoro el Mikado por sentirse acariciado por princesa tan gentil,digna de que un gran pintor la pinte junto a una flor en un vaso de marfil.