Ponedle dentro el sol y las estrellas. ¿Aún no? Todos los rayos y centellas. ¿Aún no? Poned la aurora del oriente, la sonrisa de un niño, de una virgen la frente y miradas de amor y de cariño. ¿Aún no se aclara? Permanece oscuro, siniestro y espantoso. Entonces dije yo: «¡Pues es seguro que se trata del pecho de un celoso!»