Primero, una mirada; luego, el toque de fuego de las manos; y luego, la sangre acelerada y el beso que subyuga. Después, noche y placer; después, la fuga de aquel malsín cobarde que otra víctima elige. Bien haces en llorar, pero ¡ya es tarde!... ¡Ya ves! ¿No te lo dije?