¡Qué piropo! Escalda y pincha. ¡Qué obscenidad! ¡Qué baldón! ¿Quién lo dijo? Ese mocito del flamante redingot. A la pobre muchachuela la cara se le encendió... Iba descalza, iba rota, y ¡miren qué contrición! ¡Como si tal harapienta pudiera tener pudor!