Tenía una cifra tu blanco pañuelo, roja cifra de un nombre que no era el tuyo, mi dueño. La fina batista crujía en tus dedos. -¡Qué bien luce en la albura la sangre!... te dije riendo. Te pusiste pálida, me tuviste miedo... ¿Qué miraste? ¿Conoces acaso la risa de Otelo?