Un día estaba yo triste, muy tristemente viendo cómo caía el agua de una fuente.
Era la noche dulce y argentina. Lloraba la noche. Suspiraba la noche. Sollozaba la noche. Y el crepúsculo en su suave amatista, diluía la lágrima de un misterioso artista.
Y ese artista era yo, misterioso y gimiente, que mezclaba mi alma al chorro de la fuente.