Una noche tuve un sueño... Luna opaca, cielo *****, yo en un triste cementerio con la sombra y el silencio. En sudarios medio envueltos, descarnados esqueletos muy afables y contentos mi vista recibieron. Indagaron los sucesos que pasaban ese tiempo: las maniobras del ejército, los discursos del Congreso, de la Bolsa los manejos, y reían de todo eso. Con sorpresa supe de ellos que gustaban de los versos que en mis dudas y en mis celos a mi amada siempre ofrezco. ¡Que sabían, me dijeron, ya en la historia de los besos!... Y se hacían muchos gestos y ademanes picarescos. Y reían con extremos entre el ruido de sus huesos. En seguida refirieron que se siente mucho hielo, en las noches del invierno, en las fosas de los muertos. Despedime. ¡Muy correctos los saludos que me hicieron! Salí al campo. Miré luego, luna opaca, cielo *****. Muy ufano, dice el médico que la causa de estos sueños se halla toda por mis nervios y en el fondo del cerebro.