Bostezó Floris, y su mano hermosa, Cortésmente tirana y religiosa, Tres cruces de sus dedos celestiales Engastó en perlas y cerró en corales, Crucificando en labios carmesíes, O en puertas de rubíes, Sus dedos de jazmín y casta rosa. Yo, que alumbradas de sus vivas luces Sobre claveles rojos vi tres Cruces, Hurtar quise el engaste de una de ellas, Por ver si mi delito o mi fortuna, Por mal o buen Ladrón, me diera una; Y fuera buen Ladrón, robando Estrellas. Mas no pudiendo hurtarlas, Y mereciendo apenas adorarlas, Divino Humilladero De toda libertad, dije, «Yo muero, Si no en Cruces, por ellas, donde veo Morir virgen y mártir mi deseo».