Huye sin percibirse lento el día, Y la hora secreta y recatada Con silencio se acerca, y despreciada, Lleva tras sí la edad lozana mía. La Vida nueva que en niñez ardía, La juventud robusta y engañada, En el postrer invierno sepultada Yace entre negra sombra y nieve fría. No sentí resbalar mudos los años; Hoy los lloro pasados, y los veo Riendo de mis lágrimas y daños. Mi penitencia deba a mi deseo, Pues me deben la Vida mis engaños, Y espero el mal que paso y no le creo.