Falleció César, fortunado y fuerte; ignoran la piedad y el escarmiento señas de su glorioso monumento: porque también para el sepulcro hay muerte. Muere la vida, y de la misma suerte muere el entierro rico y opulento; la hora, con oculto movimiento, aun calla el grito que la fama vierte. Devanan sol y luna, noche y día, del mundo la robusta vida, ¡y lloras las advertencias que la edad te envía! Risueña enfermedad son las auroras; lima de la salud es su alegría: Licas, sepultureros son las horas.