Esforzaron mis ojos la corriente de este, si fértil, apacible río; y cantando frené su curso y brío: ¡tanto puede el dolor en un ausente! Miréme incendio en esta clara fuente antes que la prendiese yelo frío, y vi que no es tan fiero el rostro mío que manche, ardiendo, el oro de tu frente. Cubrió nube de incienso tus altares, coronélos de espigas en manojos, sequé, crecí con llanto y fuego a Henares. Hoy me fuerzan mi pena y tus enojos (tal es por ti mi llanto) a ver dos mares en un arroyo, viendo mis dos ojos.