Esta concha que ves presuntuosa, por quien blasona el mar índico y moro, que en un bostezo concibió un tesoro del sol y el cielo, a quien se miente esposa; esta pequeña perla y ambiciosa, que junta su soberbia con el oro, es defecto del nácar, no decoro, y mendiga beldad, aunque preciosa. Bastaba que la gula el mar pescara, sin que avaricia en él tendiera redes con que la vanidad alimentara. Floris, mejor con la templanza puedes adornar tu garganta, que con rara perdición rica, que del Ponto heredes.