Bien sé que no puedes, pobrecita mía, venir a buscarme. ¡si pudieras, vendrías!
Acaso te causan dolor mis fatigas, mis ansias de verte, mis quejas baldías, mi tedio implacable, mi horror por la vida. ¡No puedes traerme consuelo!
¡Si pudieras, vendrías!
¿Qué honda, qué honda debe ser la sima donde caen los muertos, pobrecita mía!
¡Qué mares sin playas qué noche infinita qué pozos danaideos, qué fieras estigias deben separarnos de los que se mueren desgajando en dos almas una misma, para que no puedas venir a buscarme!