¡Bienaventurados, los dignificados por la dignidad glacial de la muerte; los invulnerables ya para los hados, una y misma cosa ya con el Dios fuerte!
¡Bienaventurados!
Bienaventurados los que destruyeron el muro ilusorio de espacio y guarismos; los que a lo absoluto ya por fin volvieron; los que ya midieron todos los abismos.
Bienaventurada, dulce muerta mía, a quien he rezado como letanía de fe, poesía y amor, estas páginas... que nunca leerás. Por quien he vertido, de noche y de día, todas estas lágrimas... que no secarás.