Después de aquella brava agonía, ya me resigno..., ¡sereno estoy! Yo, que con ella nada pedía, hoy, ya sin ella, sólo querría ser noble y bueno... ¡mientras me voy!
Es un bendito nombre, que adoro, ser noble y bueno, y al expirar, poder decirme: "¡Nada atesoro: di toda mi alma, di todo mi oro, di todo aquello que pude dar!"
Desnudo torno como he venido; cuanto era mío, mío no es ya: como un aroma me he difundido como una esencia me he diluido, y, pues que nada tengo ni pido, ¡Señor, al menos vuélvemela!