¡Dios no ha de devolvértela porque llores! Mientras tú vas y vienes por la casa vacía; mientras gimes, la pobre está pudriéndose en su agujero. ¡Ya todo es imposible!
Así llenaras veinte lacrimatorias con la sal de tus ojos; así suspires hasta luchar en ímpetu con el viento que pasa, destrozando las flores de tus jardines; así solloces hasta herir la entraña de la noche sublime, nada obtendrás: la Muerte no devuelve sino cenizas a los tristes... La pobre está pudriéndose en su agujero, ¡Ya todo es imposible!
Dios lo ha querido... Inclina la cabeza, humíllate, humíllate y aguarda, recogido, en las tinieblas, ¡el beso de la Esfinge!