El paraíso existe; pero no es un lugar (cual la creencia común pretende) tras el hosco y triste bregar del mundo; el paraíso existe; pero es sólo un estado de conciencia.
Los muertos no se van a parte alguna, no emprenden al azul remotos viajes, ni anidan en los cándidos celajes, ni tiemblan en los rayos de la luna...
Son voluntades lúcidas, atentos y alados pensamientos que flotan en redor, como diluidos en la sombra; son límpidos intentos de servirnos en todos los momentos; son amores custodios, escondidos.
Son númenes propicios que se escudan en el arcano, mas que no se mudan para nosotros; que obran en las cosas por nuestro bien; son fuerzas misteriosas, que, si las invocamos, nos ayudan.
¡Feliz quien a su lado tiene el alma de un muerto idolatrado y en las angustias del camino siente sutil, mansa, impalpable, la delicia de su santa caricia, como un soplo de paz sobre la frente!